Los tatuajes temporales siguen estando de moda: empleados como regalo o como soporte de comunicación, el éxito de este producto tan versátil y económico está asegurado.
Al final del artículo encontraréis enlaces a los diferentes posts que hemos ido publicando y donde encontraréis toda la información sobre este popular producto, absolutamente personalizable y excelente por su bajo coste para promociones masivas.
Puede que el éxito de los tatuajes temporales provenga de la fascinación ancestral por los tatuajes: los tatuajes fueron una práctica eurasiática en tiempos neolíticos, encontrándose incluso en algunas momias con una antigüedad de hasta 7.000 años.
La utilidad de los tatuajes es diversa: identificación, cosmética, religión y hechicería son los ejemplos más comunes, y son numerosas las anécdotas e historias que giran alrededor de ellos.
El cine ha contribuido mucho a popularizarlos y no son pocos los personajes inolvidables que lucen tatuajes en su cuerpo.
El último, Viggo Mortensen en «Promesas del Este», la última película del director David Cronenberg, que bucea en el submundo de la mafia rusa en Londres. Su protagonista aparece con el cuerpo tatuado en piernas, pecho, espalda y manos, pues así es como debe lucir todo ladrón de ley que se precie.
La costumbre entre el hampa rusa de tatuarse la piel se remonta al tiempo de los zares y encarnaba un código de información secreta entre los maleantes para indicar estatus e historial delictivo.
En los dedos solía apuntarse la profesión del delincuente –una llave señalaba, por ejemplo, al ladrón de casas– y en los pies, los lugares donde se había cumplido pena (los grilletes pintados en los tobillos revelaban una condena de cinco años o superior).
Algunos tatuajes son obras de arte de la aguja; otros, pura vergüenza para el reo: la inscripción en la frente de epítetos infames como «pederasta», «chivato» o «gallito» (estos tatuajes violentados podían grabarse también a punta de cuchillo).
Los convictos comunes del gulag se atrevían incluso a desafiar al Kremlin pervirtiendo viejas consignas comunistas en su piel: «¡Todo el poder a los padrinos!», en lugar de a los soviets.
El pecho se consideraba zona noble, reservada a las imágenes que conferían rango al criminal: la cruz en el torso del personaje que encarna Viggo Mortensen lo eleva a la categoría de príncipe entre los delincuentes.
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Fuente: elPeriodico.com